KNOCK KNOCK KNOCK!!!

Adelante... pasa... como si estuvieras en tu casa...

26.6.08

NO al suicidio

SRa. Akroon:
El verano es una estación realmente hermosa para el suicidio.
La invito a sumergirse conmigo en un placentero océano de inconsciencia.
Ikea no nos merece.
La crisis económica se parte la caja: intente usted comprar cualquier cosa y tendrá que suplicar, hacer cola, y volver al día siguiente.
En resumidadas cuentas: que la vida blogueril manifiesta un "Non plus Ultra"
que viene a significar algo así como "Los ultras nunca verán el Canal Plus", o bien,
"No sigamos más allá que a la vuelta de la esquina una vieja con pañoleta nos morderá el rabo".

La felicidad se mezcla con un bocadillo de salchichón y plátano. La sorpresa te asalta en forma de Kaikú violeta. Y el aguamarina es perfecto para un dormitorio.

Debemos dormir el sueño de los justos.

Hasta pronto


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JOHNNY INGLE o el hombre que me matará a sustos:

Sr. Ingle;

El verano es una hermosa estación para muchas cosas, pero para el suicidio, no. Le prohíbo terminantemente que acabe con su vida y de soslayo con la mía. Ahora no, aún no…

Le invito a sumergirse conmigo en un placentero pantano de soplapolleces y seriedades, según el día y según apetencias. No se abandone ahora. Pese a que se vea en el túnel, fíjese en esa imagen que le susurra Vuelveeeee, todavía no es tu horaaaaaaaaaaaaaa.

Ikea no sólo nos merece, sino que le sobramos, oiga. Es más, Ikea sin nosotros no es nada.

Las súplicas para comprar cualquier cosa son debidas a que algunas dependientas son extremadamente bordes. Las colas se deben a la falta de tiempo que nos impone el ritmo de vida actual, que nos obliga a aglomerarnos a determinadas horas para obtener los productos de primera necesidad (como un bote de pintura color Nepal). Volver al día siguiente es fruto de haberse descuidado la lista de la compra en casa, y al llegar, comprobar que hemos olvidado algo de fundamental importancia como por ejemplo el vinagre de módena.

La vida blogueril le necesita. Yo le necesito. Y a los Ultras que les den por culo.

A mí nadie puede morderme el rabo porque no tengo, y lo expresé claramente en un post anterior. Si quiere, ya reparto yo por Usted un par de bofetones a ésa tal Pañoleta para que no le muerda a no ser que Usted así lo desee.

La felicidad de toda la vida se ha mezclado con bebidas alcohólicas, aunque si es menester, me haré un bocadillo de salchichón y plátano siguiendo su consejo.

El Kaikú violeta es tan tan tan sorprendente, que hasta me preparó un pastel para mi cumpleaños. Y el aguamarina es perfecto para un dormitorio, como lo es un espejo en el techo.

Sé que no soy justa, así que no habrá manera de dormir. Como tampoco lo es Usted sometiéndome a esta tortura, por lo tanto, tampoco dormirá.

Ni hasta pronto ni jostias. Usted a mí no me abandona de esta forma tan vil.

12.6.08

Sin remitente ni destinatario

Enfrascada en mi ir y venir cotidiano, entre estrés de trabajo y la rutina de los movimientos prefabricados de la semana laboral, justo cuando iba a entrar en casa vi un sobre en el suelo.

Una pisada de un zapato era todo cuanto tenía por destinatario.

En el remite, un par de manchas oscuras de vete tú a saber qué.

El engomado abierto, diría que virgen de saliva que lo cerrara cual lacre antiguo para sellar el secreto.

Al levantar la solapa, vi una hoja escrita a mano… Sin localización, sin un “Querido X”… Sin datos.

Empecé a leer.

Como una droga, cada una de las palabras que pronuncias me ata, me amordaza y me hace pedir más para aplacar la abstinencia. Desapareces de mi vida y mi día a día y ni siquiera me percato hasta que dejo de sentir ese cosquilleo en la punta de los dedos y ese latir en mis entrañas.

No me doy cuenta nunca de los silencios y sus espacios hasta que hablas. En ese momento es cuando me pregunto cómo no me he dado cuenta de que eres un artero hasta que ya ha sido demasiado tarde. Adoro tus ausencias, porque tus regresos son los mejores. Me extasías en cinco frases que clavas como puñaladas certeras mortales de necesidad.

De tanto que te echo de menos, me he lanzado a los brazos de las palabras de otros hombres, pero todos son unos aprendices. Meros sucedáneos. No saben follarme el cerebro con el verbo como sólo tú sabes hacerlo.

Me desgarras el estómago con tu lentitud descriptiva y me mortificas con tu imperativo, dejándome exhausta y sin salida aparente buscando algo a lo que agarrarme.

Miénteme de nuevo cómo sólo tú sabes mentir, sin que suene a embuste, con esas verdades que duran diez minutos o justo el tiempo que estás conmigo. Miénteme como sólo los maestros saben hacerlo: con devoción, creyendo cada una de tus palabras en ese efímero momento, que yo no te pido que me quieras, porque yo no soy para que tú me ames ni para que no lo hagas. Yo soy para ser la que te desvele en las noches calurosas, en la que pienses cuando palpites, la que te recuerde al viento, a la música o a la lluvia en la cara.

Aráñame despacio, sin prisa y con fuerza todos esos lugares recónditos que creo olvidados, para que cuando los recuerde les grite a tus uñas, para que tus ausencias me asfixien, para que cuando vuelvas suspire.

Rómpeme los esquemas con palabras dulces cuando espero frases amargas. Empújame al precipicio sólo para sentir la angustia de la caída y tomarme entre plumas cuando llegue al suelo.

Castígame con tu silencio que nunca se tiñe de indiferencia para volver susurrándome al oído las palabras precisas, para clavarme en la cruz de tus artimañas sin que pueda oponer resistencia.

Muérdeme el corazón con furia, bébete mis entrañas de un trago, que tiemblen mis manos y mis rodillas, que mi respiración jadee buscando tus palabras.

Porque después de ti… después de ti no hay nada.

Subí a casa turbada, atónita y perpleja… y pensé: después de ti, por mucho que buscara, no hay nada.