KNOCK KNOCK KNOCK!!!

Adelante... pasa... como si estuvieras en tu casa...

5.7.09

Lo que quiero es llenarles la cara de hostias

Que sé que voy estresada y que probablemente eso me vuelva pelín más violenta, pero oye, me acaban la paciencia.

Dos anécdotas a título de ejemplo, y ya me dirás tú si no es para liarse la manta a la cabeza y repartir hostias como panes… que no es útil, eso ya lo sé, pero estoy convencida de que te quedas a gusto.

Anécdota nº 1

Manifestación (como caaaaaaaaaaada 25 –creo- de cada mes) frente al centro de planificación familiar cercano a mi hogar dulce hogar. Esta vez no eran los de la plataforma pro-familia contrarios al aborto, sino los del bando contrario. Un mes me toca escuchar cómo se corea “Conferencia episcopal! Conferencia episcopal!!” y el mes siguiente “Avortament, lliure i gratuït!” (aborto libre y gratuito, para los que no hablen catalán).

MMM llegó a casa y me dijo: “hmmmmm… están manifestándose otra vez delante del centro de planificación familiar, y hay como unas 4 furgonetas de los Mossos”.

Después de recordar que era día 25 y que tocaba manifa, me dijo: “el tema es que había unos chavales subidos al capó del coche y he tenido que sacarlos de ahí. Casi mejor que bajemos”.

Mal vamos…

Me parece cojonudo que la gente se manifieste, tanto si defienden una idea como si defienden la otra. Personalmente puedo estar más de acuerdo con unos o con otros, pero por fortuna vivimos en un país dónde cada cuál puede decir y defender lo que le parezca oportuno, y eso yo lo respeto. Siempre y cuando, claro, se me respete a mí.

Llegados a este punto, no veo la relación entre manifestarse a favor de una idea, y subirse al capó de mi coche para defenderla. Se me escapa el nexo de unión.

Y bajamos a la calle.

Para extractar: llegamos. MMM le dijo a un par de chicas que se bajaran del capó. Le miraron, se rieron. Increparon “pero qué quieeeeeeeeeeeeeres, qué quieeeeeeeeeeeeeres!”. (bufffffffff… pues que bajes del coche, leches…).

Y ahí es donde pude constatar que por mucho que yo intente gritar, cuando hay decenas de personas gritando, no se me oye. Y también pude constatar que gilipollasimbécilesradicalescomepollas los hay en todos los bandos.

Me acerqué y le dije “Lo que quiero es que te bajes del coche”. Y me contesta: “pues no aparques aquíiiiiii! No aparques aquíiiiiiiiiiiiii! ¿Para qué aparcas aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!”.

¡Laputadeoros! ¿Cómo que no aparque aquí? Que poquita coherencia entre la actitud que predicas y la que aplicas, bonita.

Intenté decirle que me parecía muy bien que se manifestara, que me parecía estupendo que defendiera el aborto libre, que… que… que… básicamente intenté razonar. Craso error.

Su grupito de colegas pro-aborto eran la misma mierda que los manifestantes radicales pro-conferenciaepiscopal. ¿Por qué? Pues sencillamente porque una de las peores cosas que hay en esta vida es emperrarse y no escuchar. No digo estar de acuerdo, sino sólo escuchar.

Intenté razonar de nuevo, explicarle que no condenaba que defendiera una idea u otra, simplemente quería que no se pusiera encima de mi coche. ¿Respuesta?
“¿Pero qué te paaaaaaaaaaaaaasaaaaaaaaaaaaaa? Pues no aparques aquíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!! Pa qué aparcaaaaaaaaaas aquíiiiiiiiiiiiii!!!!!!!”. Como un robotito.

Y mira, se me estaba acabando la paciencia. Valoré la idea de enumerarle todas mis razones… pero viendo cómo me chuleaba, la mierda de argumentos que repetía como un loro, y sobretodo que no quería escuchar nada de lo que yo tuviera que decir, me visualicé a mí misma con un bate de béisbol en las manos dibujando una parábola en el aire a toda velocidad y propinando un certero golpe a su rótula, cayendo ella desplomada por el dolor de sentir astillado el hueso, con una mueca indescriptible en su cara y entonces comentándole yo pausadamente y con voz grave: “ahora que ya estás tranquila, vamos a hablar de por qué no debes subirte a mi coche y por qué puedo aparcar de dónde me salga de los cojones, lo mismo que tú corear lo que te salga de las pelotas”.

Muy Tarantino, ya sé… qué bonito es soñar...


Anécdota nº 2

Caminaba hacia el coche, hablando por teléfono y cigarrillo en mano. Se me acercó un tipo. Alguien normal (al menos en apariencia), de unos 30 y pico años, con sus auriculares y un mp3, pantalón corto y camisa de manga corta.

“Oye, ¿me das un cigarro?”

Dado que estaba hablando por teléfono, le hice un gesto enseñándole mi cigarrillo a modo de “sólo tengo éste” y me encogí de hombros en una expresión de “so sorry”.

Y el muy imbécil se me encaró: “Eh!!!!! No me digas que es el último, dime que no me quieres dar uno!!!”, con voz de mala leche como si encima le hubiera dicho que su madre es puta y la chupa por 2 euros, y como si tuviera que responderle en un reverencial "yes, master" a su petición.

¡Mecagoenlalechequemhandao! No quería entrar en una discusión bizantina sobre si digo lo que quiero o no, de si es el último cigarrillo o no, de si me da la gana o no financiar los vicios ajenos. Me molestó enormemente el tono prepotente, y la verdad, estoy hartita de aguantar tonterías.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, creo que metamórficamente se me puso cara de perro, la mirada chunga, y la mandíbula prieta. De esta guisa le dije en tono firme y mirada de mala hostia: “mira tío, te digo lo que me sale de los cojones, si quieres te lo crees y si no, no te lo crees, y venga, ¡tira millas! y no me toques las pelotas”.

Como panes… hostias como panes me voy a poner a repartir cualquier día de estos…