CAPÍTULO 1: ¿TENÍA QUE QUEBRAR JUSTO AHORA?
Pronto hará un año que dejé un pedacito de mi corazón a 10.000 km de acá… Y me añoro lo mismo que si recién hubiera marchado de algún sitio donde pasé una feliz infancia, una divertidísima adolescencia o una interesante e intesa adultez.
Mi Buenos Aires querido…
Llegué a la Capital Federal una noche de sábado de Agosto, a las 9 y algo hora argentina (sobre las 2 de la madrugada hora española), después de 12 horas de viaje que más tarde ya contaré… o tal vez no.
Había estado batallando por ese vuelo hasta el último momento: ahora era tiempo de recoger los frutos de mi esfuerzo.
15 días antes...:
Southern Winds, según me dijo el pibe que me llamó para avisarme que a lo peor no me iba a la Argentina por falta de vuelo, había quebrado (quilombos de tráfico de coca en valijas diplomáticas, según pude leer al saber la noticia), y mi boleto –ya pagado, desde el mes de Febrero- se había cancelado. ¡Esto era una evidencia! Si la compañía que operaba el vuelo estaba quebrada, cómo recarajo iba a poder volar! Estaban intentando ubicar a los pasajeros en vuelos de Iberia (¡qué horror! Pero mejor eso que nada).
Le dije al chico que no podía hacerme eso, que me tenía que ir para la Argentina, que no me podía dejar en la estacada a dos semanas de irme. Él me dijo que en el peor de los casos, me devolverían el dinero. Bien, ya es algo, y al menos no perdería la plata, tal y como les había pasado a muchos otros pasajeros. Pero eso no me consolaba. Yo me iba para la Argentina. Me iba. Con vuelo, a nado, en zodiac… me daba exactamente igual, pero yo me iba. Me iba. Repito, me iba. Le pedí (le ronroneé, le increpé y le exigí, le rogué y le supliqué... para ser más exactos) que no me dejara en España, que llevaba 6 meses planeando irme, y que ahora no me podía decir que me quedaba.
Más adelante ya os contaré que esto de planear es una mera expresión: solo planeé irme. El tiempo que estuvimos fue totalmente improvisado sobre la marcha.
Después de la llamada, me puse en contacto con Air Europa, que era la compañía con la que había contratado los vuelos y sus escalas, según me contaron en la ciber-agencia de viajes. Eran 12 horas de vuelo desde Madrid, pero antes tenía que hacer dos altos en el camino: Barcelona-Mallorca y Mallorca-Madrid. Al regreso, otro tanto de lo mismo.
Me importaba un carajo tener que hacer dos transbordos, esperar horas en Son Sant Joan, en Barajas… lo que quería era irme, irme, irme, irme.
Llamé incesantemente durante diez días –cada día, cada día, cada día- a la operadora de Air Europa y al de la ciber-agencia de viajes, para informarme del estado de confirmación de mis boletos de Iberia. Creo que al final, de tanto insistir, me los dieron para que me callara.
Día D, Hora H: ¡Por fin!
Los nervios de un viaje jamás me dejan dormir tranquila. Espero con tanta ansia que se me quedan los ojos como platos. Lo bueno es que después parte del vuelo me la paso dormitando. Bueno, dormitando y comiendo. Soy de poco comer, pero en los vuelos me aburro tanto que tengo hambre a todas horas: cacahuetes, sándwiches… ¡lo que sea!
4 horas antes del despegue ya estábamos en el aeropuerto. Sí, sí, ya sé, muy pronto… Pero me advirtieron que lo hiciera así… A mí, ni el más escandaloso overbooking iba a impedirme llegar esa noche de sábado a Buenos Aires…
Barcelona… Mallorca… Espera, espera... compra algo de comer... Paga... Me devolvieron de más, me lo metí en el bolsillo, y callé... Embarcar otra vez...
Pronto hará un año que dejé un pedacito de mi corazón a 10.000 km de acá… Y me añoro lo mismo que si recién hubiera marchado de algún sitio donde pasé una feliz infancia, una divertidísima adolescencia o una interesante e intesa adultez.
Mi Buenos Aires querido…
Llegué a la Capital Federal una noche de sábado de Agosto, a las 9 y algo hora argentina (sobre las 2 de la madrugada hora española), después de 12 horas de viaje que más tarde ya contaré… o tal vez no.
Había estado batallando por ese vuelo hasta el último momento: ahora era tiempo de recoger los frutos de mi esfuerzo.
15 días antes...:
Southern Winds, según me dijo el pibe que me llamó para avisarme que a lo peor no me iba a la Argentina por falta de vuelo, había quebrado (quilombos de tráfico de coca en valijas diplomáticas, según pude leer al saber la noticia), y mi boleto –ya pagado, desde el mes de Febrero- se había cancelado. ¡Esto era una evidencia! Si la compañía que operaba el vuelo estaba quebrada, cómo recarajo iba a poder volar! Estaban intentando ubicar a los pasajeros en vuelos de Iberia (¡qué horror! Pero mejor eso que nada).
Le dije al chico que no podía hacerme eso, que me tenía que ir para la Argentina, que no me podía dejar en la estacada a dos semanas de irme. Él me dijo que en el peor de los casos, me devolverían el dinero. Bien, ya es algo, y al menos no perdería la plata, tal y como les había pasado a muchos otros pasajeros. Pero eso no me consolaba. Yo me iba para la Argentina. Me iba. Con vuelo, a nado, en zodiac… me daba exactamente igual, pero yo me iba. Me iba. Repito, me iba. Le pedí (le ronroneé, le increpé y le exigí, le rogué y le supliqué... para ser más exactos) que no me dejara en España, que llevaba 6 meses planeando irme, y que ahora no me podía decir que me quedaba.
Más adelante ya os contaré que esto de planear es una mera expresión: solo planeé irme. El tiempo que estuvimos fue totalmente improvisado sobre la marcha.
Después de la llamada, me puse en contacto con Air Europa, que era la compañía con la que había contratado los vuelos y sus escalas, según me contaron en la ciber-agencia de viajes. Eran 12 horas de vuelo desde Madrid, pero antes tenía que hacer dos altos en el camino: Barcelona-Mallorca y Mallorca-Madrid. Al regreso, otro tanto de lo mismo.
Me importaba un carajo tener que hacer dos transbordos, esperar horas en Son Sant Joan, en Barajas… lo que quería era irme, irme, irme, irme.
Llamé incesantemente durante diez días –cada día, cada día, cada día- a la operadora de Air Europa y al de la ciber-agencia de viajes, para informarme del estado de confirmación de mis boletos de Iberia. Creo que al final, de tanto insistir, me los dieron para que me callara.
Día D, Hora H: ¡Por fin!
Los nervios de un viaje jamás me dejan dormir tranquila. Espero con tanta ansia que se me quedan los ojos como platos. Lo bueno es que después parte del vuelo me la paso dormitando. Bueno, dormitando y comiendo. Soy de poco comer, pero en los vuelos me aburro tanto que tengo hambre a todas horas: cacahuetes, sándwiches… ¡lo que sea!
4 horas antes del despegue ya estábamos en el aeropuerto. Sí, sí, ya sé, muy pronto… Pero me advirtieron que lo hiciera así… A mí, ni el más escandaloso overbooking iba a impedirme llegar esa noche de sábado a Buenos Aires…
Barcelona… Mallorca… Espera, espera... compra algo de comer... Paga... Me devolvieron de más, me lo metí en el bolsillo, y callé... Embarcar otra vez...
Mallorca… Madrid… ¿Dónde mierda está mi valija pequeña? ¡¡¡Aún no llegué a mi destino y ya me la perdieron!!! Ya me están jodiendo el viaje… Insto la reclamación. Me dan un número de incidencia y un número de teléfono al que poder llamar hasta la 1 de la madrugada. Llamo, llamo, llamo... ¿y mi valija? Nada... Sin noticias desde el frente. Buscar el transporte que nos lleve al hotel para pasar la noche hasta el vuelo de mañana hacia Buenos Aires.
Noche en Madrid. Hotel. Llamo... ¿y mi valija? Nada... Sigo llamando. Me desespero. Me calmo. Me enfado. Me vuelvo a calmar. Me vuelvo a desesperar. Pienso en tomar drogas tranquilizantes. Abandono la idea. Me calmo. Vamos a cenar. Me llaman: ¡apareció mi valija! A veces creo que dios existe… Siempre estuvo en Barajas, pero le faltaba no sé qué identificativo. Da igual, ahora ya no me importa. Se dejó de joder el principio de mi viaje. Ya tengo mis camisetas para el invierno argentino.
Dormimos.
4 horas antes del vuelo, estamos en Barajas para facturar.
Caos, caos, caos, caos, caos. Gente yendo y viniendo. Niños llorando, niños gritando, niños comiendo. Gente yendo. Gente viniendo. Caos, y algo más de caos. Cola interminable para facturar.
Pero no van a poder conmigo. Dije que me iba. Me iré. Me voy. Facturamos. ¡Ya está!
Desayunamos no recuerdo qué, al menos para pasar las 2 horas y algo que nos quedan de espera.
Más caos… ¿Dónde vamos? ¿Cuál es la puerta de embarque? ¡Esa!
Embarcamos.
Lo conseguí. Lo conseguimos… La Argentina me espera…
8 comentarios:
Ayyyy!!! Argentina!!!! nada menos!!!
Claro que podías haber pasado también por Cuenca, Burgos y Teruel antes de salir hacia allá...
Besos
Jajajajaja... pues habría podido ser perfectamente!
La escala a Mallorca aún estoy por entenderla! Pero el año anterior a este viaje estuvimos allí, fue como recordar las vacaciones del verano pasado...!
Besotes!
Yo es que soy un poco raro, pero me encanta que los aviones hagan escala... será que me gusta conocer los aeropuertos y sus bares.
No eres raro... o a lo mejor sí... pero bueno, es lo de menos!
A mí las escalas no me molestan, total, si estoy de vacaciones, me importa un huevo!
Lo jodido es que cuando llegué a Madrid eran las 6 de la mañana, pero yo traía hora argentina (eran mi 1 y media de la madrugada, más o menos), y teníamos que esperar 12 horas en Barajas hasta poder embarcar hacia Mallorca, y esperar en Mallorca 2 horas hasta llegar a Barcelona... Total, 12 horas que me las pasé durmiendo en el retiro como una pordiosera... y durmiendo en una silla del aeropuerto, y en un banco de no sé donde... Eso no hay bar que lo arregle ni café que te lo quite!
Valió la pena... a pesar de eso...
Besooooo!
mientras haya valido la pena como decís... todo bien!
Valió muchísimo la pena... todo lo menos bueno (que no malo) se convirtió en nada...
Iré contando todo lo que me sucedió, que no fue poco! Eso sí, todo bueno, nada de broncas!
Vaya con las escalas, qué cosas!!
Me muero por ir a la Argentina, de hecho mataría por ello, jeje!!
Un beso enorme.
LUIS:
Y a mí me encantaría volver!! ¿Por qué no nos ponemos a buscar vuelos baratos y el que primero encuentre uno que lo diga??
Eso sí... a mí también me gustaría ir a Roma...
Besazos!
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