Pájaros y Estreno

Antes de empezar, quiero haceros partícipes a todos de que MMM finalmente, y después de ejercer duras presiones psicológicas sobre él, se ha decidido y ha posteado en su blog... O sea que, como si de un estreno cinematográfico se tratara, os invito a pasaros por su rinconcito... Os dejo el link en sus siglas... Clic sobre su nombre (MMM) para acceder... Graciaaaaaasssssss!

El post de hoy...

Como mis queridos habituales ya sabéis, este es un tema recurrente en mí... y no es por casualidad, ni mucho menos. Para los que no seáis reincidentes en este blog, os recomiendo la previa lectura de un post que detallo a continuación, aunque puede leerse el escrito de hoy prescindiendo del anterior... eso queda a elección del lector.

En mi post 'Lindo Pajarito' (clic en el título para redireccionamiento), hablé de los regalos fecales de los pájaros y de su sentido de la oportunidad en realizar sus evacuaciones... pero si no recuerdo mal (que podría ser que sí) ya insinué en su momento que tal vez mi especial relación con los pájaros viniera de antaño y a causa de unos sucesos donde estas aves estaban implicadas...

Todo comenzó en el pueblo de Castellón donde de pequeña solía veranear...

(Ahora es cuando en la peli viene el fundido a negro y mi cara en primer plano se convierte en la cara de una niña pequeña que anda jugando por las calles de un pueblo cualquiera...).

Pájaro nº 1

Estaba yo jugando no recuerdo a qué, y por una de las calles del pueblo oí un apagado 'pío' que venía del suelo... seguí el sonido como pude, escudriñando los alrededores... tras unos minutos, mi oído y mis ojos confluyeron en un mismo ser… lo vi… ahí estaba, frente a mí... pequeño, indefenso, perdido, desorientado... un poyuelo de alguna clase de pájaro que no supe detectar (mi fuerte no es la ornitología...).

Ni corta ni perezosa, le tomé entre mis pequeñas manos, cuidadosa, protectora, tierna; y me dirigí a mi casa para que mis padres me ayudaran a cuidarle hasta que se hiciera lo suficientemente mayor como para volar y buscarse la vida solo.

No era la primera vez que lo hacíamos en casa, con lo que cierta práctica nos avalaba.

Iba con una amiga mía, pequeña como yo o más, y al pasar por una de las calles camino a casa, una vieja (no una mujer mayor... no, no... esa era una VIEJA… ahora veréis por qué) me llamó por mi nombre y yo, educadita, acudí a su llamada:

- ¿Qué llevas ahí?
- Un pajarito que se ha caído del nido. Me lo llevo a casa para darle de comer y cuidarlo hasta que pueda volar solito - contesté yo alegre, inocente e ilusionada.

La vieja lo inspeccionó desde lejos. Lo miró y examinó a conciencia desde una distancia prudencial. Llegado el momento, me dijo:

- A ver, déjamelo...

Yo, confiada, se lo dejé para que lo viera.
En un segundo, la vieja me lo arrebató de las manos, lo tomó entre las suyas y la expresión de sus ojos cambió... entonces no lo supe, pero ahora podría afirmar que era la mismísima niña del Exorcista pero en versión vieja.

Miró al pajarito... me miró a mí... volvió a mirar al pajarito...

Me dijo con una voz fría, impertérrita, sentenciadora:

- Esto no te vivirá.

Y en un gesto audaz, rápido y decidido, le tomó por el cuello retorciéndoselo con una habilidad macabra.

El pajarito quedó con el cuello retorcido, del revés, inerte, inmóvil... la vieja me lo devolvió y me miró, sin ninguna clase de sentimiento... diría que hasta esbozó una pérfida sonrisa.

Tomé al malogrado pajarito entre mis manos y sentí el peso de su cabecita, rota, vuelta del revés... Me di la vuelta con mi amiguita y me encaminé hacia casa...

Rompí a llorar...

¡¡¡Serás hija de la grandísima puta!!! ¡Pero que cabrona la vieja de mierda! ¡¡¡Se ha cargado al pajarito!!! Debería haberle dado una patada en la espinilla (mi estatura tampoco me hubiera permitido mucho más), pero en mi casa me enseñaron que a la gente mayor hay que respetarla... aunque a esa vieja de mierda le hubiera escupido en la cara con todo el gusto del mundo...

Me fui detrás de mi casa en el pueblo con mi amiguita compañera de desgracia pajaril, a la vera de un camino que daba a la montaña, con el poyuelo muerto entre mis manos… Antes había pasado por la cocina para buscar un par de palillos y un poco de pegamento.

Hice un hoyo en el suelo. Coloqué al pajarito cuidando que su cabecita quedara en su posición natural. Pegué los dos palillos formando una cruz. No me dio tiempo de grabar ninguna inscripción… tampoco estuvimos juntos demasiado tiempo como para que le conociera con profundidad (la vieja hijaputa no nos dejó). Eché tierra sobre el pajarito y clavé la cruz. Un funeral en toda regla, sin lugar a dudas. Solo faltaban las plañideras, aunque de habernos visto a mi amiguita y a mí, nadie lo hubiera dicho… allí, las dos, llorando a moco tendido y cagándonos en la vieja… El ritual de ouija que le hice después no voy a contarlo para no herir sensibilidades (dos velas negras te ví a poné, pelooooooona, bazuuuuuuuuura!).

Pájaro nº 2

El mismo pueblo. No recuerdo qué edad, pero sea como fuere, yo aún era pequeña.

Pajarito pequeño otra vez, aunque no tan pequeño como el anterior.

Le recogí y afortunadamente no me encontré a la vieja psicópata… Procuraba no pasar por esa calle con un pájaro en las manos. Conseguí llegar a mi casa con el pájaro sano y salvo.

Entre mis padres y yo, conseguimos irle dando de comer, verle crecer un poquitín y comprobar que el animal salía adelante.

Yo quería tener mascota, pero mi madre hacía ciertas objeciones a ello… A los 8 años conseguí tener gato, pero el hecho que nos ocupa ahora es anterior.

Yo ya sé que un perro y un pájaro son diferentes… eso lo sé sobradamente, y lo sabía cuando era pequeña. Pero ello no quita que de niña tuviera ideas de bombero… Así que decidí sacar a pasear al pajarito. Cualquier persona hubiera pensado en comprar una jaula o fabricarse una, y sacar al pajarito al balcón o a la terraza. Yo no. Para original y atrevida, yo. En una idea iluminada, le até una cuerda al cuello al pajarito, cuidando que no le apretara, y decidí sacarlo a pasear cual perro. Ele mi grasia y mi ocurrensia!

El pajarito, que era un amor, se prestó a ello sin la menor resistencia. Bajé las escaleras hasta el piso de abajo con el pajarito en las manos y su correa al cuello. Abrí la puerta de la calle. Salí y saqué al pajarito, que estaba feliz en su condición de ‘perrájaro’ (perro+pájaro). Dimos dos pasos (de los míos, de los suyos debieron ser 1.458’2)…

De pronto, súbitamente, noté algo que me rozaba suavemente pero con rapidez las piernas. Seguidamente sentí una corriente de aire producida por un movimiento vertiginoso a la altura de mis tobillos. Sin tiempo casi para reaccionar, bajé la vista al suelo, para buscar qué era… Dudaba de que el pajarito estuviera aleteando. Miré hacia abajo…

… Silencio…

… Desorientación…

Vi una sombra alejarse… una sombra que parecía el gato del vecino de al lado… Iba a toda leche… Miré al suelo… miré mi cuerda-correa del ‘perrájaro’… Solo había eso… cuerda… el pajarito no estaba… y una diminuta plumita estaba volando hacia el suelo desde la mitad de mis rodillas…

¡¡¡Cagon el gato y la madre que lo parió!!! ¡¡¡¡¡Se me ha comido el pájaro!!!!! ¿Pero qué he hecho yo en esta vida para sufrir de esta manera?

Hecha un mar de lágrimas subí a casa y busqué a mi madre, y entre sollozos le conté el desgraciado incidente. Mi madre, amorosa, me consoló y al final me dijo ‘¿Pero cómo se te ocurre sacarlo a pasear con una cuerda?’, sin tono de riña, solo intentando encontrar una explicación coherente que no existía… Simplemente yo relacionaba a mi pajarito con mi mascota, a las mascotas se las pasea, ergo, pajarito, a pasear…

Aprendí la lección: NUNCA SAQUÉIS A PASEAR UN PÁJARO CON UNA CORREA SI HAY PELIGRO DE GATO HAMBRIENTO.

Pájaro nº 3

Sigo siendo pequeña… Todos estos hechos acontecieron en lapsos de tiempo relativamente cortos, antes de tener a mi gato, por lo tanto, antes de los 8 años.

Esta vez encontramos a un pájaro con un ala rota. Decidimos cuidarle y curarle hasta que se recuperara y pudiera seguir su camino, lejos de las desgracias relacionadas con los pájaros y que yo atraía como un imán.

Le teníamos en casa, en la parte de arriba, en el trastero… Este era un pájaro adulto.

Le dábamos de comer, comprobábamos qué tal iba la recuperación del ala… Vamos, como un hospital pajaril…

Yo aprendí a no enseñarle el pájaro a la vieja y a no pasearlo con una cuerda… Aún me quedaba una lección por aprender: no dejarlo cerca de depende de qué familiares.

Un día, cuando volvía a casa tras mi jornada de bicicleta y juegos varios por el pueblo y alrededores, me percaté de que estaba llegando algo tarde de la hora establecida. Fui presurosa a mi casa para que mi madre me diera de comer y volver a salir a jugar, no sin antes pasar a ver al pajarito lesionado para comprobar que evolucionaba correctamente y que ninguna vieja le había retorcido el cuello ni ningún gato se lo había zampado.

Llegué a casa.

Subí al último piso. Busqué al pájaro… no lo vi…

Bajé al segundo piso, al comedor, para buscar a mi madre o a mi padre, y preguntar dónde estaba el pajarito (y por supuesto, comer, que ya era hora).

Cuando bajé, otros familiares (no diré nombres ni vínculos…) estaban sentados a la mesa.

Me senté a la mesa.

Con una sonrisa en los labios, pregunté inocente:

-¿Dónde está el pajarito?

Hubo silencio… Nadie dijo nada…

Yo seguía con una sonrisa en los labios, expectante ante la idea de que tal vez estaba bien y se había ido volando…

… Más silencio…

Segundos después vi una cazuela de barro en manos de uno de mis familiares, con una especie de algo dentro con ajos, algunas especias… ese algo no tenía plumas, aunque en vida las había tenido… Estaba espatarrado, abierto en canal… cocinado… Miré a mi familiar…

-¿Y mi pajarito?

Hubo silencio otra vez, solo roto por el sonido que produce la boca humana cuando come la carne pegada a los huesecillos de un animal de caza…

-¡¡¡¡¡¡Mi pajaritooooooooo!!!!!!

Otra vez a llorar… ¡Cagontóloquesemenea! ¿No había más codornices o lo que fuera para comer? ¿Tenía que ser ESA? ¿Tenías que joderme al pajarito? ¡¡Cagontusmuertos!!

Me fui llorando a mi habitación.

Mi madre me contó que no llegaron a tiempo de evitarlo…

A partir de ese día decidí que si me encontraba otro pájaro, estaría con él las 24 horas del día, para estar al tanto de que nada pudiera matarle… al menos nada achacable a mi negligencia…

Visto lo visto, creo cuando los pájaros se me cagan en el coche cuando está recién salido del túnel de lavado es porque hay una leyenda pajaril que pasa de padres a huevos y a después los poyuelos, en la que me pintan como una asesina de aves, como el Demonio de los pájaros, como la Niña del Saco que se lleva a los poyuelos malos, como la Mengele en un Auschwitz pajaril… Y por eso, llevan décadas buscándome, y cuando me encuentran, me llenan el coche de cagadas en represalia por los actos que me imputan.

… Si ellos pudieran llegar a saber que yo no fui la culpable… que yo solo quería ayudarles…