Sexo y follar

Aunque algunos obtusos lo confundan, no es lo mismo. Y no estoy hablando de ‘hacer el amor’, que eso nada tiene que ver aquí con los dos términos del título. El amor es otra cosa, y el hacerlo, también. Aquí hoy se habla de ‘sexo y follar’.

Hay dos grandes grupos de personas: las simples y las fascinantes. Evidentemente, entre una cosa y la otra hay una gran gama de grises, pero no es el tema en este momento. Personalmente, prefiero a la gente fascinante. La simple, me deja en un coitus interruptus mental que resulta muy frustrante, cosa nada sana para el cerebro ni para el resto del cuerpo. Y no hablo de coeficiente intelectual, hablo de estrechez de miras.

La gente simple sólo folla. No importa la persona con quién estén, el ambiente que les rodee, ni las circunstancias. Sólo saben follar, no les saques de ahí. Triste pero cierto.

La gente fascinante, sabe hacer otras cosas a parte de follar (y no me refiero a hacer tartas, colgar cuadros o bordar con punto de cruz).

No se trata de posturas imposibles, de innovaciones erótico-festivas, de juguetes de sex-shop, de artes físicas amatorias, de tenerla de palmo o de tenerlo jugoso. Eso es otra cosa. Se trata de una conexión que trasciende a todo eso. Y nunca, nunca, nunca, hay amor. Cuando hay amor, a veces se hace el amor, otras se hace sexo y otras se folla; según el día, las circunstancias y la calentura. Pero repito, no hablo de amor, porque eso abarca demasiados matices para meterlos en este contexto.

Reitero, la gente simple sólo folla. Y está muy bien, no digo yo que no, pero no sabe disfrutar del subidón de los que saben hacer, además, sexo.

Hacer sexo es algo mucho más complejo que follar, y por definición, sutil. Se acaricia con el aliento, se toca desesperadamente con los ojos, se calienta con el tono de voz, se azota desde las entrañas con roces fugaces, se habla claro y se habla en metáfora, se es ordinario y se es exquisito, se electriza el ambiente con una mirada fija que no requiere palabras. Hacer sexo es como follar en público pero sin dar espectáculo, es la sensación de polvo en el probador de una tienda, es beber de esa copa que te dicen que no se toca… Después, si se tercia, se folla o no se folla. Todo depende. A veces, puede que hasta se haga el amor, pero sigo diciendo que ese tema es harina de otro costal.

Hacer sexo puede ser la antesala o la estancia principal, según ocasiones, según personas, según contrincantes en la partida.

Los simples sólo follan. Siempre y únicamente. No alternan una cosa con otra. Sólo follan. Nada más. Cuando pueden. Cuando les dejan. Se pierden los matices. Por lo tanto, mojan menos que los fascinantes, o como mínimo, mojan peor.

Pues eso, que hoy follo y mañana fatatas.

Y tú, ¿…?